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Continuamos con nuestra serie, que ha batido todos los récords de audiencia. Ni «Mi hija», ni «Tierra Amarga», ni «Mujer». Turquía, KAOS BUSTERS ha llegado para desbancarte. Vale, no tiene el mismo presupuesto. Y los efectos especiales son más bien cutres. Pero coño, es una historia real, y eso se cotiza al alza, my friend.

EN CAPÍTULOS ANTERIORES…

Cuatro años de lado oscuro dan para mucho. Nuestro héroe, herido y magullado después de 4 años de continuas torturas, está cansado de vivir. El ambiente fuera no es tampoco una fiesta. La crisis económica está lejos de arreglarse. Con una hija en camino y una hipoteca, el panorama no es muy halagüeño. Pero por fin, la suerte de nuestro protagonista va a cambiar… aunque temporalmente.

CAPÍTULO 3: UNA NUEVA ESPERANZA

Y así mi vida cambió. Pasé de conducir casi dos horas cada día a caminar 5 minutos. Parece mentira lo que puede cambiar tu vida el hecho de empezar el día caminando. Aún recuerdo mi primer día… cayó una nevada digna del corazón de Siberia. Y yo era el hombre más feliz del mundo pensando en que ya no tenía que conducir 45 minutos bajo la nieve.

En mi primera entrevista le dije a mi futuro jefe que solo tenía una condición: iba a tener una hija y no quería perdérmela. Me iría a mi hora. El horario no era especialmente bueno, pero al estar al lado de mi casa me permitía compaginar mis dos lados: padre e ingeniero. No me puso pegas. Él tenía dos hijos. Mmmm… ¿Podría ser que funcionase?

Funcionó.

Mi nueva empresa era una PYME mucho más pequeña y muuuuucho más agradable. Acostumbrado a vivir en el averno, ver a gente sonreír era néctar de ambrosía. No me lo podía creer. Cobraba menos, sí. Me daba igual. Ahí me di cuenta de que el sueldo no es, ni de lejos, lo más importante. Además, con lo que me ahorraba en gasolina la cosa se quedaba bastante apañada. Pues ya está. No tengo ningún interés en ser el más rico del cementerio.

Mi carácter cambió por completo. Me sentía relajado, animado y sobre todo, motivado. Me habían contratado para hacer presupuestos y estudios, pero tenía ganas de dar lo mejor de mí mismo.

Las personas y yo (Una historia real) Parte III

Libertad: éxito asegurado

Siendo honesto, el trabajo no me gustaba especialmente, esa es la verdad. Era tranquilo, seguro y tenía que hablar con mucha gente. Pero era mecánico y poco creativo, tedioso. Me acababa aburriendo, cosa que me ocurre con frecuencia. Soy un culo inquieto, qué le voy a hacer.

Sin embargo, eso no fue un problema. Y tengo muy claro por qué: me dieron libertad de movimientos, aunque algunas de mis propuestas fueran un tanto «atrevidas». Inventé maneras de mejorar los procesos… me dejaban hacerlo. Introduje el marketing digital e hice varias mejoras a nivel de digitalización: me escuchaban. Jamás me negaron una formación (al revés, me animaron a formarme). ¿Había cosas que mejorar? Por supuesto: las reuniones de motivación de los viernes por la tarde eran una pésima idea. Con todo, era un buen sitio para trabajar.

El dueño de la empresa era buena persona. Ojo, que puede parecer una tontería. No lo es. Ser buena persona (y esto es algo personal con lo que no tienes por qué estar de acuerdo) es un must si quieres ser un buen empresario. Quizá ganes menos dinero (en el corto plazo) pero a la larga ganarás mucho más. Ya lo dice Adam Grant en su libro “Dar y recibir” (del que algún día escribiré): ayudar a los demás conduce al éxito. Y ojo, que hay muchas maneras de entender el éxito.

Viví, en mis propias carnes, lo que significa estar tranquilo, sentirte escuchado y valorado. Sin embargo, no todo eran canciones de los Fraggel. Había problemas. Principalmente, un sistema de gestión obsoleto y muy poco eficiente que hacía que la productividad fuese muy penalizada.

Fueron buenos años, con sus cosas, como todo. Pero buenos, al fin y al cabo. Conocí a estupendas personas, currantes como nadie y entregados. Capeamos la crisis como pudimos. Fueron años muy duros y finalmente, la empresa se fue a pique. Todos lo hicimos lo mejor que pudimos, pero a veces, simplemente, no se puede hacer más.

Este es otro gran aprendizaje. Somos muy cañeros con nosotros mismos. Nos exigimos demasiado, y eso lleva, irremediablemente, a la frustración y a la infelicidad. Ojo, que soy el primero que lo hace. Siempre digo que tengo el flagelo muy largo (uy, hay que ver que mal ha sonado esto). Quería decir que me flagelo mucho… bueno, tú ya me entiendes.

Si no somos generosos con nosotros mismos, difícilmente podemos serlo con los demás.

Peleamos contra viento y marea. Nos internacionalizamos, entramos en sectores nuevos para nosotros, diversificando nuestra oferta… pero la crisis de la construcción fue devastadora. Con gran pena de todos, la empresa no pudo más. No aguantó.

En fin, otros 4 años en los que aprendí que tratando bien a la gente se saca infinitamente más que al revés. Eso sin contar con todo el aprendizaje técnico y la formación que me llevé, que me permitió avanzar como profesional. Con todo, estaba en la calle. Año 2013. Año jodido.

Empezaba una nueva aventura.