Skip to main content

Volvemos a la serie de moda. Aquella que analiza el odio, pero el pequeñito, el que todos sentimos alguna vez, y que tanto daño hace a la buena armonía en las empresas. Porque no podemos olvidar que las empresas están formadas por personas, y las personas son emociones. Sí, cierto. Tanto tú como yo somos gente de bien y no odiamos a nadie, pero el odio toma formas curiosas, confusas. Y nos hemos propuesto analizar cómo esta maligna emoción hace mella en nuestro día a día. Así que vamos con el episodio II de TE ODIO, una historia de maldad y destrucción.

En el capítulo anterior te hablé de DOVER, y de cómo una de las bandas de rock más importantes de la historia de España cayó en el más absoluto de los ostracismos, destruido por el odio ciego de miles de personas que no toleraron que hicieran lo que les dio la gana sin hacer daño a nadie.

Hoy, my friend, te voy a hablar de la más odiada del momento… ¿Quién será?

TE ODIO

SÍ, ES ROSALÍA

Lo confieso. Nunca me ha gustado especialmente Rosalía, aunque reconozco que su voz es absolutamente increíble y su arte, digno de admiración. Por lo menos hasta que empezó a coquetear con el Maligno. Y no hablo de Satanás, sino del Regeton, si es que se escribe así.

Trato de ser respetuoso con los gustos de la gente y no ir de melómano cultureta plasta (aunque seguro que alguien piensa que lo soy). Pero lo del reaggetón, si es que se escribe así, es superior a mis fuerzas.

Pero hablemos de Rosalía. Porque pese a lo que mucha gente piensa, su Motomami es de todo menos regueton, si es que se escribe así.

La de Sant Cugat del Vallés saltó a la fama por su fusión entre flamenco y lo que llaman «música urbana», una mezcla entre rap, electrónica y reggettom (si es que se escribe así) y trap, no lo tengo muy claro. Con su largo «El Mal Querer» ascendió al estrellato. Y hay que reconocerlo: el disco tiene grandes momentos, brillantes incluso. Atrevido, fresco y con un estilo muy personal. La gente flipó, y con razón.

Luego vino lo que suele venir. Afianzar el éxito con mainstreem, o radiofórmula, o como lo quieras llamar, con altura vamos. Colaboraciones con regetoneros de primer nivel (OMG) y letras dignas de Gustavo Adolfo Bécquer, tú por mi, yo por ti, y tal. Pero la peña lo compró. Vale, lo entiendo. Canciones comerciales, bien producidas y pegadizas. Como un tiro.

Y entonces llega Motomami y la gente la odia. Despiadadamente.

¿QUÉ ES MOTOMAMI?

Motomami es un disco extraño, y mira que se ha hecho ya de todo. Así que solo por esto, bien merece más halagos que críticas. Que en el 2022 alguien sea capaz de sorprender es, sencillamente, maravilloso.

Si tuviera que definirlo diría que es fusión. Muchos han caminado por el curioso mundo de la fusión: Pitingo (que algún palo se ha llevado también), Morente, Ketama, Camarón por supuesto, Medina Azahara o Mike Oldfield, por citar a alguien de fuera, han mezclado músicas del mundo como si fueran cocktails. En Motomami, Rosalía fusiona Japón con rap, electrónica (por momentos he creído escuchar, y juro que es cierto, retazos de la inconmensurable Björk) y por supuesto, flamenco. Y mucho más. Rosalía ha puesto la Thermomix en modo varoma y ha echado de todo. Y claro, le ha salido un pastel raro. ¿Malo? No, raro.

Y lo raro se castiga, my friend.

CRITICAMOS LO QUE NO ENTENDEMOS

Quizá te estés preguntando a dónde quiero llegar con esto. Y te entiendo, porque el circunloquio que me he pegado es bastante potente. Pero todo tiene un por qué, my friend.

La gente no ha entendido el nuevo disco de Rosalía. Y por eso lo critica. Lo he escuchado una vez para escribir este post. Enterito y concentrado. Rosalía no es mi tipo (musicalmente hablando) y sin embargo el disco no me ha horrorizado. Es más, creo que con un par de escuchas más, podría incluso llegar a gustarme. Es un disco atrevido y arriesgado, de una mujer que ha decidido hacer lo que le da la gana porque puede. Y de paso, quizá sentar las bases de un nuevo modo de hacer música.

Si a algo nos hemos enfrentado los KAOS BUSTERS durante casi 10 años es a la resistencia al cambio. Llegamos a un sitio, nos ponemos a implantar las herramientas Kaizen con toda la ilusión del mundo, hasta que llega alguien (siempre llega alguien) y dice: «eso aquí es imposible que funcione». Ala, ya la hemos jodido. Cuando la resistencia al cambio es a nivel planetario (como le ha pasado a Rosalía con su Motomami) la cosa se pone complicada.

La cuestión es que estamos incurriendo en una incongruencia bastante importante. En el mundo empresarial se quiere innovar, y para eso se requiere cambiar el enfoque, arriesgarse, hacer las cosas de otra manera. Todas las empresas quieren mejorar, pero cuando realmente se ponen a ello, surge la resistencia. El miedo a lo desconocido. Si siempre lo hemos hecho así, ¿para qué vamos a cambiar? Y es entonces cuando empezamos a criticar aquello que no entendemos, porque es más fácil que arremangarse y ponerse a remar. Y ojo, que no es una crítica: todos hemos sentido miedo alguna vez y nuestra reacción ha sido la crítica.

Lo raro, lo desconocido, lo atrevido y lo arriesgado da miedo. Pero es la única manera de cambiar. De avanzar y de progresar. Por eso en KAOS BUSTERS nos gusta tanto KAIZEN.

Aunque de algo sí que estoy seguro: pase lo que pase, no me gustará el reketon, si es que se escribe así.