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La búsqueda de la felicidad es uno de los grandes temas de la humanidad. Del cine, de la literatura, de nuestra propia vida. Todos buscamos la felicidad.

Personalmente creo que la felicidad está hecha de momentos. No siempre somos felices, pero saber reconocer los momentos en que sí es lo que nos hace sentirnos alegres.

Dicen que el hecho de buscarla puede hacer que nunca la encuentres, y que es más probable que dejándote llevar (fluyendo, como se dice ahora) aparezca por arte de birlibirloque (prueba a escribir «birlibirloque» y verás cómo así, seguro, no encuentras la felicidad).

Es, probablemente, uno de los temas sobre los que más se ha escrito. Tanto novelas como libros de autoayuda, filosofía o psicología. Y, bajo mi punto de vista, hay dos formas de abordar este tema. Desde nuestra vertiente biológica y desde nuestra parte emocional. Aunque como verás, ambos enfoques nos van a llevar al mismo punto.

La vertiente emocional

Que la felicidad tiene una vertiente emocional es una obviedad. La alegría es una emoción. ¿Pero cómo conseguirla? La respuesta no es fácil, ni corta. Ni siquiera hay una única respuesta. Pero ni soy un experto, ni pretendo hacer un tratado sobre la felicidad, así que voy a simplificar las cosas.

Está claro que la felicidad se consigue a través de las (buenas) relaciones sociales. Tener amigos, pasar tiempo con la familia, abrazarnos… todo eso nos da felicidad. Pero ojo, todo esto tiene un sustrato mucho más profundo.

Sentir el contacto con los demás, la unión, significa que lo que ansiamos es formar parte del grupo. Querer y sentirnos queridos, que nos cuiden.

Un niño no puede soportar ver sufrir a sus padres, pero no por empatía, sino por pura supervivencia. Si sus progenitores están fuera de juego, el niño está en peligro.

En última instancia, buscamos la SEGURIDAD.

Vaaaale. Venga,seguimos.

Biología de la felicidad

El ser humano es un animal espabilao. Pero un animal, al fin y al cabo. No nos diferenciamos mucho de un perro o un gorila si quitamos la inteligencia de la ecuación. Al final todos queremos lo mismo: comer, dormir y reproducirnos. Bueno, reproducirnos… o no. Tú ya me entiendes. Si tenemos esas necesidades básicas cubiertas, ya podemos empezar a hablar de ser felices.

Ahora bien, si no las tenemos, olvídate. No hay nada que hacer.

Dicho de otro modo, ser feliz tiene un nivel mínimo de satisfacción. Sin ese nivel, es imposible ser feliz. Y esto nos lleva a la siguiente pregunta: ¿Podemos asegurar que vamos a poder comer, dormir y relacionarnos? (¿así mejor, no?). Pues sí, podemos, pero no al 100%.

Me explico: yo, por ejemplo, tengo trabajo y una estabilidad económica. Puedo asegurar casi al 100% (si no pasa nada raro, y viviendo en el año 2022 no pongo la mano en el fuego) que mañana comeré y dormiré (tengo dos hijos, ya he cumplido mi misión como ser humano en la evolución). Pero, ¿cuántas personas hay en el mundo que no lo pueden asegurar? Soy un afortunado, y eso ya debería hacerme feliz. Y aun así, a veces me siento insatisfecho.

Bien… sigamos con la disertación.

Así que hay un umbral mínimo de felicidad que viene dado por la posibilidad de poder cubrir nuestras necesidades mínimas, pero cuando lo alcanzamos, reseteamos y queremos más. Ergo, la felicidad, desde un punto de vista biológico se consigue con la SEGURIDAD. Conseguida la tan ansiada seguridad, la damos por hecha y queremos más. Así de fácil.

Tengo comida. Me siento seguro.

¿Y si pasa algo?

Necesito más comida… por si acaso.

La consigo…. ¿y si pasa algo?

¿Te has fijado? Lo que hacemos es medir. Continuamente. Evaluamos ciertos indicadores y en base a los objetivos, reconfiguramos y actuamos.

¡Anda! Pero si eso de medir, establecer indicadores, objetivos y emitir acciones es el ciclo PDCA de la mejora continua… ¡¡¡ES KAIZEN!!!

A ver, a ver, a ver… o sea, que para ser felices necesitamos SEGURIDAD, y esa seguridad la obtenemos midiendo nuestro entorno para evaluar cuál es nuestro estado y ajustarlo si se sale de la consigna preestablecida…

Vamos, lo mismo que antes.

Vámonos a la empresa

Hasta aquí he hecho una (muy simplista) argumentación sobre la felicidad. Vale, y un poco tramposín también he sido, porque lo que quería era llegar a KAIZEN.

Pero tampoco me he alejado mucho de la realidad. Para ser felices necesitamos tener seguridad, y esa seguridad la obtenemos de la información del entorno. Una información que debe ser veraz.

En una empresa, la felicidad no es un concepto que encaje, pero lo que sí es verdad es que una empresa necesita ser próspera, es decir, ganar dinero. Y para eso, necesita muuuucha seguridad, y tener información veraz de todos sus procesos.

Por eso KAIZEN funciona tan bien, porque se centra justamente en aquello que una empresa necesita para ser próspera, para ser feliz.

En otras palabras, una empresa, para ser próspera, necesita medir. Obtener información. Necesita que esa información refleje fielmente la realidad de los procesos. Tener seguridad, para así poder emprender acciones en base a sus observaciones. Acciones que, en última instancia buscan paliar la incertidumbre, inevitable y abrumadora, con la que toda empresa (y ser humano) tiene que convivir.

La incertidumbre es Thanos. La seguridad es Capitán América.

KAIZEN, my friend, da la felicidad a las empresas.