Si googleas “motivación” o “trabajo en equipo” vas a encontrar millones de entradas sobre el tema. Trillones de millones entre libros, blogs, revistas, vídeos, stories… munición de primera para líderes preocupados por mejorar y sacar lo mejor de sus equipos. Me aburrooooo.
¿Dónde quedamos nosotros, malvados, egoístas, gente tóxica?
¿Cómo podemos hacer nosotros para empeorar?
Pues bien, querido y maléfico lector. Si tu objetivo en la vida es hacer el mal, estás en el sitio adecuado y en el momento adecuado, porque voy a contarte cómo hacerle la vida imposible a los demás. Si encima tienes un equipo de personas a tu cargo estás de suerte, porque estás en la situación idónea.
1/3 de sus vidas en tus manos
Las personas pasan un tercio de su vida trabajando, otro tercio durmiendo y lo que queda es para disfrutar de la vida. Actuando sobre el trabajo puedes llegar a destruir el 100% de sus vidas.
Así que prepárate, porque estás a punto de acceder a un mar de conocimiento sobre destrucción de vidas humanas. Es la Biblia del mal. El libro prohibido. Siglos de perverso conocimiento concentrados en 7 sencillos mandamientos.
Lo primero que quiero darte es un consejo. Para hacerlo bien, pero bien de verdad, has de tener paciencia e ir sembrando pequeñas semillas de maldad. No corras. Lo que se cocina poco a poco siempre obtiene mejores resultados. Pero, oh, mi siniestro amigo, vas a disfrutar como un enano viendo cómo poco a poco tus súbditos (porque así debes empezar a verlos desde ya) van a ir desmoronándose, y con ellos, toda la empresa, si eres listo.
Pero basta ya de charla.
Comencemos.
#1 Eres mejor que ellos
Bien, compañero del Mal, lo primero que debes hacer es dejar claro que eres mejor que ellos. Porque es verdad. Al fin y al cabo, tú eres su jefe y ellos no te llegan ni a la suela de los zapatos.
No debes expresarlo con claridad. No se trata de decir “soy mejor que tú”. No. De hecho, y esto vale para todo, mejor que no digas nada de forma explícita. Una buena manera de hacerlo es despreciarlos con la indiferencia. Nada de lo que hagan va a estar bien, así que házselo saber. Pero no les digas cómo hacerlo, simplemente diles que no está bien.
Eso sí, si está bien, cállate y apúntate tú el tanto. No hay nada que haga más daño que eso. Y, por supuesto, anula cualquier intento de aportar e innovar. Si es algo que realmente es interesante, ya sabes, medalla para ti. Ellos no están preparados para gestionarlo.
Debes intentar hablarles con paternalismo. Diles que te preocupas por ellos. Eso jode mucho. Ah, y no digas tacos. Aquí, entre tú y yo, vale. Pero con ellos, ni uno. Que no puedan reprocharte nada. Debes ir por detrás, oculto. Verás lo divertido qué es.
#2 Corta de raíz las iniciativas espontáneas
Nada de aportar, innovar o proponer. Aquí las cosas las propones tú. Eso sí, diles que estás abierto a cualquier sugerencia. Así su frustración será mucho mayor y acabarán por no proponer nada. Que no te hagan sombra. Recuerda, eres mejor que ellos. Ese mantra debes repetírtelo siempre.
Intenta no delegar nada importante. Que se ocupen de las tareas rutinarias o difíciles. Está claro que tú no llegas a todo, así que tú dedícate a las reuniones con los de arriba y a presentar los informes que te den, pero estate siempre encima, controlando. Que quede claro que no te fías de ellos. Porque está claro que son unos inútiles y solo hacen las cosas bien porque estás tú ahí. A veces está bien nombrar un perro de presa (le puedes llamar adjunto) que haga el trabajo sucio por ti. Esto te ayudará porque seguro que le acaban odiando más que a ti.
Tu objetivo es que las cosas no cambien y mantener tu posición privilegiada. Mientras las cosas funcionen y se cumpla con el trabajo todo irá bien. Y si los de arriba te ven como imprescindible, a vivir.
Ojo, es posible que desde arriba te exijan o incluso te caiga alguna bronca. Es desagradable, pero no es culpa tuya, así que en cuanto eso pase busca a los culpables y que lo arreglen. Y siempre urgente, no les des margen.
#3 No les des demasiada información
La información es poder. Así que chitón. Algo tendrás que decir, está claro, pero lo menos posible. Si no ya sabes lo que va a pasar: a cotillear y a perder el tiempo. Y ni hablar.
Puede que tus trabajadores te pregunten. Bien, no pasa nada. No tengas problema en mentir y engañar, pero siempre con una capa de verdad. Así no te pillarán nunca ni podrán echarte nada en cara.
Y algo importante. Aunque no es mentir como tal, es importante que no seas honesto. Porque no hay nada más efectivo para desmotivar a la gente que decir una cosa y hacer otra. Ohhhh, qué maravilla, qué gusto da ver esas caras de ira contenida cuando haces justo lo contrario de lo que habías dicho. Mmmmm
#4 Justicia sí, pero la tuya
A veces hay alguno que se lo curra y que pone interés… ya sabes, cumplidores y perfeccionistas que quieren hacer las cosas bien. A esos, ni agua. Y por supuesto nada de ascensos. Los aumentos de salario y premios, solo a los pelotas que no te pongan problemas y te apoyen en todo.
Establece tu propio sistema de justicia. El que te ponga pegas y problemas, ve aislándolo. Trabajos aburridos y plazos ajustados. Que se tenga que quedar hasta tarde. Ya se cansará.
Con un sistema de premios y castigos bien montado, no te toserá nadie.
Un buen premio es la formación. Pero claro, bien hecho. Ofréceles formación, pero siempre bonificada. Ni un duro. Y ojo con los listillos. Puede que te venga alguno diciendo que sabe de esto o de aquello. Bien, si te vale para que el trabajo salga, pero ya. Si quieren aprender, que se lo paguen ellos. Y por supuesto, siempre, siempre, la formación en su tiempo libre.
#5 La jornada de trabajo, larga
Esto es fundamental si quieres hundirlos del todo, porque va a afectar al resto de sus vidas. Además, es muy fácil de hacer. Lo primero, jornada partida. Eso es crucial porque va hacer que, aunque hagan sus 8 horas (siempre hay algún rebelde) acaben tarde.
Y por supuesto, de allí no se va nadie hasta que te vayas tú. Esto es importante, porque no puedes decirlo explícitamente. Pero hay trucos, por supuesto. Jur jur. Las reuniones, a última hora y a ser posible en viernes. Eso es gloria bendita. También puedes decir que todo, absolutamente todo, es megaurgente. Para ayer, puedes decir, y que sea una muletilla. Puede que te imiten. Tranquilo, eso es que lo estás haciendo bien. Pero ojo, si pillas alguna burla, ya sabes: garrotazo.
Otro truco es contar historias de tu gran trayectoria profesional y dejar claro que “el que se va pronto suele ser un vago” o que “tú nunca te has ido de la oficina antes de las 8 de la tarde”. Poco a poco esas frases irán haciendo efecto.
¡Ah, se me olvidaba! Un clásico. Todos con móvil. Llámales (no, mejor escríbeles) a horas intempestivas. Diles que les agradecerás el esfuerzo, claro, pobres pringaos, jajajaja. Llámales también en sábado, aunque no abuses de eso… solo de vez en cuando. Los domingos no, respeta eso para que no se te rebelen del todo.
Si ves que se revuelven los ánimos, déjales una temporada y luego, vuelta a llamar a las 10 de la noche.
Quizá te digan que tienen hijos, que quieren pasar más tiempo con su familia, o (algunos te sorprenderán) que quieren hacer deporte. Ahí sé fuerte. Es fácil caer. Nada. Ni agua. Diles que si quieren a su familia, lo mejor es que se comprometan con la empresa. Es un buen momento para insinuar una velada amenaza de despido. Verás cómo se ponen blancos y se acaba la discusión. Ah, y diles que les entiendes. Eso, siempre.
#6 Jamás, jamás, jamás, seas claro en tus explicaciones y comentarios
Este es para nota, pero si consigues esto, el éxito está asegurado. Te van a preguntar dudas y que les expliques cosas. Los pobres, ya sabes, no se valen por sí mismos. Es importante que no seas claro. Cuanto más liosas sean tus explicaciones, mejor. Lo malo es que a veces tendrás que currártelo un poco si quieres que las cosas salgan. En ese caso, puedes optar por una estrategia más sutil, pero a la larga mucho más divertida.
Se trata de ser muy ambiguo a la hora de definir las funciones de cada uno. Si no queda claro quién hace qué es posible que incluso surjan roces entre ellos. Esto ya casi lo puedes calificar de arte… si los tienes enfrentados es todo mucho más fácil.
#7 Mantén un espacio de trabajo desordenado y, a ser posible, sucio
Esta es de mis favoritas. Porque no cuesta nada, para empezar. Y porque es super efectiva, para acabar. Pero no tiene que ser muy palpable. Bueno, ya has visto que en todo tienes que ser sutil. Es un desorden ordenado. O sea, que parezca que está ordenado, pero no.
Se puede conseguir guardando todo. Normalmente con eso es suficiente. Y dejar que las cosas vayan fluyendo. Te saldrá algún ordenado. Esos no suelen hacer daño, déjale hacer. Al final las cosas acaban por desordenarse de nuevo. El Universo está de nuestro lado, amigo. Así que por eso tranquilo.
El desorden resta eficiencia de manera lenta y progresiva, y hace que las personas estén incómodas. Y lo mejor, sin que nadie se dé cuenta. Un día estarán asqueados y no sabrán ni por qué. Pero será obra tuya. Cuando llegue ese momento, disfruta de tu obra.
Los otros 2/3 restantes
Esto es un trabajo de años. No te vayas a creer que en un mes los vas a tener a todos subyugados. Pero vamos, el éxito está asegurado. Solo tienes que ser constante.
Y una cosa te digo: si lo haces bien, con un poquito de dedicación conseguirás arruinarles no solo la jornada de trabajo, sino su tiempo libre e incluso el descanso. Si consigues que duerman mal, oh amigo, serás un maestro del mal. Podrás destruir a cualquiera.
Así que ánimo, compañero. Destrozar un equipo que funciona a las mil maravillas está a tu alcance.
Ahora entiendo por qué los actores dicen que hacer de malo es mucho más divertido que hacer de bueno.
Y más fácil.